[Terrapreta] BREEDING COWS MANTAINING FORESTS (in spanish)

Benjamin Domingo Bof benjaminbof at yahoo.com.ar
Wed May 14 14:31:54 CDT 2008


Campolitoral en Bovril (Entre Ríos)
La leche que viene del monte 
Hace seis años, el productor entrerriano Hugo Leineker arrendaba sus campos. Ahora, armó un tambo en el que el conocimiento es el principal insumo. Sus vacas comen los pastos naturales que crecen debajo del monte de espinillos, aromitos y ñandubáys. Es un sistema sustentable para los suelos de Bovril (clasificados como de aptitud ganadera) que logró implementar con el asesoramiento de reconocidos investigadores. 
  GASTÓN NEFFEN - gneffen at ellitoral.com
  "Vacaaa... Vacaaa... Vacaaa...", grita el productor tambero Hugo Leineker en medio del monte entrerriano, colocando sus dos manos junto a la boca -tipo megáfono- para que se escuche más lejos. 
  "Mmmmm...", mugen sus animales -parece que le contestan- y de a poco se acercan. Las vacas miran debajo de las ramas de los espinillos, aromitos y algarrobos; los árboles más comunes en la región del Espinal (que comienza en Corrientes y atraviesa parte de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, La Pampa y provincia de Buenos Aires). Leineker las presenta. "Esta suele dar 20 litros de leche por día, esta otra un poco menos porque ya tiene 14 años", indica "El Hugo" (como le dicen todos), mientras sostiene la mano de "Santi", su hijo de cinco años. 
  Está contento porque los números le cierran. Este tambero tiene 80 vacas que comen los pastos naturales que crecen en 33 hectáreas de monte. Así llega a producir casi 800 litros de leche por día sin usar insumos (fertilizantes) y sin suplementar la alimentación con granos o forrajes conservados. Lo importante es que logra estos rendimientos y al mismo tiempo conserva intactos los recursos naturales de su campo (el suelo, los árboles, la captación de agua, etc.). 
  El profesor José Casermeiro mira las vacas y los árboles; y le dice a Campolitoral: "Es un sistema antiestrés, en el que el insumo más importante es el conocimiento". Es el docente a cargo de la cátedra Pastizales Naturales de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Entre Ríos (Uner). 
  Se refiere a que el monte protege a los animales del estrés térmico (el excesivo calor en verano y las heladas en invierno). Los árboles filtran la radiación solar y evitan que los pastos se quemen. Además, las ramitas y las hojas aportan un colchón de materia orgánica que nutre el suelo. "Y los productores están menos estresados porque este esquema mejora su rentabilidad", asegura.
  Mientras sostiene en la mano una muestra de este suelo, el Ing. Agr. Antonio De Petre (Máster en Edafología -especialista en suelo- y profesor de la Facultad de Ciencias Agropecuarias, Uner) agrega una advertencia clave: "La permanencia de la vegetación natural en ambientes donde la aptitud del suelo es ganadero debe respetarse. De otra forma se corre el riesgo de dañarlo en forma irreversible". 
  Lo que De Petre y Casermeiro quieren decir es que en suelos frágiles, condicionados por un clima irregular y con un porcentaje significativo de arcilla, es más sustentable hacer ganadería (carne o leche), o actividades similares (cabras, cerdos, etc.), que apostar todo a la agricultura. 
  La misma historia de Bovril está relacionada con la ganadería. El pueblo, que tiene más de 7.000 habitantes, recibió su nombre por la empresa británica "Bovril Limited" que compró los campos de la zona, y era famosa por vender el extracto de carne Bovril a fines del siglo XIX (un invento del escocés John Lawson Johnson que lo registró en 1887).
  En los últimos años las cosas cambiaron. "La expansión de la frontera agrícola y el avance de la deforestación en esta zona es impresionante", cuenta De Petre. "La gente cree que el monte no le va a dar, y por eso hacen soja u otros cultivos", explica Leineker. 
  En quince años, Entre Ríos perdió 1.000 tambos, de 2.800 a principios de los 90' a 1.800 en el último Censo Nacional Agropecuario (2002), cifra que además no contabiliza lo que pasó en los últimos cinco años de fuerte expansión agroindustrial (De todas formas, con fluctuaciones, la producción de leche creció porque mejoró la eficiencia de los tambos). 
  "Un esquema sustentable, como el de los tambos en el monte, evita la expulsión de la gente de su medio natural para que no terminen engrosando los cordones de pobreza en las grandes ciudades", interpreta De Petre. 
  Esta provincia produce el 4% de la leche que consumen los argentinos. Es la cuarta provincia lechera, Santa Fe lidera este ranking con el 37%, después siguen Córdoba (36%) y Buenos Aires (23%). 
  
    La máquina de cortar césped  
  ¿Cómo se hace para que "el monte de"? "No se trata sólo de largar las vacas", explica Leineker, que recibió el asesoramiento de Casermeiro, De Petre y de otros especialistas de la Universidad Nacional de Córdoba y del Litoral, en el marco de un proyecto que investigó la sustentabilidad de los bosques nativos con financiamiento del Banco Mundial. 
  Primero, hay que podar los aromitos y espinillos para que las vacas puedan caminar sin dificultad y rotar las lotes con pasturas para que el pasto vuelva a crecer.
  Los que nunca pisaron un tambo pueden imaginar que cada vaca es una máquina de cortar césped que cada día se lleva (o sea come) el 30% de su peso en pasto. ¿Hasta dónde hay que dejarla "cortar"? Ahí esta la clave. 
  "Los productores nos pidieron que lo investigáramos", recuerda Casermeiro, "y establecimos una medida precisa: hasta el puño de una mano apoyada en el suelo". Las vacas no tienen que comer una pastura que no llega a esa altura mínima.
  Es una recomendación general. "El manejo de los pastizales es un arte", concede Casermeiro, quién reconoce que cada uno conoce como nadie su propio monte. "Pero hay que tener cuidado con no excederse", avisa, "porque si hacés las cosas bien en esta zona también tenés variedades de pastos invernales que muchos productores ni siquiera conocen". "El Hugo" asiente con la cabeza: "En estas tres hectáreas llegué a tener unas 60 vacas comiendo en un invierno, y el pasto aguantó". 
  ¿Qué más hace este productor? Se levanta a las cinco y media para ordeñar las vacas. Saca las chilcas (es un yuyo) de sus montes con una pala y arma "piquetes" con alambres para organizar las zonas donde comen sus animales dentro de cada lote. "Es un productor de avanzada", destaca De Petre.
  "El Hugo" sonríe. "Esta pobre gente ha sufrido tanto", recuerda, refiriéndose a los profesores. "Tuvieron mucha constancia y paciencia para enseñarnos, y todavía somos pocos los productores que comprendimos el mensaje", admite.
  Antes de conocerlos, hace seis años, Leineker arrendaba los campos que le dejaron su abuelo y su padre (los dos se llamaban Alfredo) y no tenía vacas. "Les hice caso y ahora noto la diferencia", dice, y quiere seguir creciendo.
  Desde hace unos meses está elaborando quesos caseros. Usa el suero de la leche para alimentar cerdos y también tiene cabras. "Mi objetivo es que el tambo sea más grande y quiero seguir con los cerdos y las cabras", adelanta. 
  Su vida también cambio. Los números le alcanzaron para comprar un Megane modelo 2001, que está estacionado al lado del Falcón de toda la vida (que no piensa vender). 
  "Quise comprar una pick up -se vuelve a reír, por las connotaciones con las protestas del campo- pero no tenía doble cabina y mis pibes me iban a matar", apunta. 
  Si las cosas siguen bien, "El Hugo" se propuso ayudar a su hija que quiere estudiar abogacía; y sobre todo va a dejar un campo sustentable y rentable en el que van a poder vivir sus hijos.
  
    Muestras, marcas y medidores  
    En las hectáreas de Hugo Leineker hay sensores de humedad, árboles marcados, perfiles de suelo y parcelas en las que se comparan las pasturas. 
  "El Hugo" está acostumbrado a los investigadores, profesores y becarios. Esta semana lo visitaron alumnos de la Maestría en Ecología Internacional de la Universidad de Sherbrooke (Canadá), en la que De Petre y Carsermeiro son docentes.
  Las tesis y trabajos que se realizaron en su campo (y mediciones similares realizadas en las tierras de otros productores) demostraron la importancia del bosque del espinal para la conservación de los recursos del suelo.
  Hace algunos meses, De Petre confirmó a El Litoral que debajo de las copas de los árboles el porcentaje de materia orgánica es un 50% más alto. Además, tienen más nutrientes (fósforo y nitrógeno) y mayor estabilidad estructural.

    
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